Todos hemos entrenado en algún deporte en algún momento de nuestras vidas o, al menos, hemos visto equipos deportivos en la televisión liderados por un entrenador durante una competición. Por tanto, nos parece normal la relación existente entre el deportista y su entrenador. El deportista quiere aprender y dominar el deporte y el entrenador le enseña las habilidades y conocimientos que necesita para conseguirlo. Pues bien, el coaching es algo parecido (aunque existen diferencias importantes que veremos más abajo) aunque en lugar de desempeñarse en el ámbito deportivo, suele hacerlo en el laboral, o en el de la vida en general. El coaching es una relación que se establece entre el coach y su cliente para ayudar a este último a conseguir sus metas vitales. En este sentido, el coaching es una relación que busca promover y optimizar el crecimiento y bienestar personales del cliente, por medio de la potenciación de su motivación intrínseca, la solución de problemas, la consecución de metas vitales importantes y la asunción de responsabilidad de todo este proceso por parte del cliente. Este proceso puede llevar a una profunda transformación en la vida del cliente. Esta industria emergente del coaching surgió hace aproximadamente unos 25 ó 30 años y estaba originalmente enfocada al ámbito laboral, aunque más recientemente se ha ido expandiendo para abarcar los ámbitos de la salud física y mental.

Algunos aspectos del coaching son característicos, por lo que vamos a resaltarlos. Por un lado, hay que tener en cuenta que el coaching no es terapia: la terapia (y para el caso, también la psicología clínica y la general) se centra en el tratamiento de vulnerabilidades, problemas y trastornos psicológicos, mientras que el coaching se centra mayormente en poblaciones no clínicas, es decir, en personas sin patologías físicas o psicológicas pero que desean trabajar para alcanzar metas vitales o satisfacer necesidades hasta el momento insatisfechas. En otras palabras, mientras que otras disciplinas se orientan hacia la solución de problemas, déficits y trastornos, el coaching se orienta hacia la promoción del crecimiento y bienestar óptimos. Esta orientación está influida por la psicología humanista de Carl Rogers y Abraham Maslow, quienes proponían que los seres humanos tienen una tendencia natural consistente en tratar de alcanzar su máximo potencial, y a la que daban el nombre de auto-realización. Además, el coaching también asimila de la psicología humanista la propuesta de que para alcanzar la auto-realización es necesario que el individuo disponga de un entorno social que promueva su desarrollo y crecimiento personales. Esto nos lleva a otra de las características del coaching, y es que se trata de una práctica no directiva: dado que se supone que todo individuo tiene su propia tendencia innata a la auto-realización, el papel del coach no es el de dirigir al cliente, diciéndolo qué es lo que tiene que hacer y pensar, sino el de facilitar la tendencia de auto-realización del cliente para que este busque sus propias soluciones, descubra sus propias respuestas y asuma la responsabilidad de su vida y del cambio que quiere alcanzar. En otras palabras, el cliente determina el contenido de las sesiones (p. ej., metas, necesidades) mientras que el coach, en colaboración con el cliente, determina el proceso de las sesiones para conseguir los objetivos y satisfacer las necesidades del cliente. Todo lo anterior implica que, a diferencia de disciplinas relacionadas (como el mentoring o la consultoría), en el coaching el coach no asuma un papel de experto que tiene las respuestas que necesita el cliente: más bien, el coach da por hecho que el experto es el propio cliente, pues este conoce sus necesidades, deseos, inseguridades y motivaciones mejor que nadie, y que su tarea es la de colaborar con el cliente para ayudarle a explorar y descubrir cómo conseguir sus metas y alcanzar su máximo potencial. Otra característica del coaching es que se caracteriza por estar centrado en el cliente, es decir, es el cliente quien decide cuál es la meta de las sesiones, el que ha de trabajar más para explorar el camino hacia la meta o las soluciones a sus problemas, el que ha de asumir la responsabilidad de conseguir cambio que desea; en esta travesía la función del coach será, no la proporcionar las respuestas y soluciones, sino la de proporcionar un espacio seguro para que el cliente pueda explorar sin temor sus necesidades, inseguridades y metas, formular preguntas que sirvan de guía para que el cliente pueda descubrir sus propias respuestas a cuestiones importantes, y colaborar con este para encuentre las soluciones óptimas a sus problemas y acompañarle en el camino hacia la consecución de sus metas.

Otro de los aspectos del coaching que es herencia de la psicología humanista de Carl Rogers es el presupuesto de que para que el cliente logre disponer de toda su capacidad de crecimiento, necesita tener una relación con su coach caracterizada por empatía, consideración positiva incondicional y autenticidad. La empatía incluye tanto la capacidad de comprender las emociones de los demás a nivel intelectual como la capacidad de experimentar sus emociones. Para poder comprender y experimentar las emociones del cliente, el coach ha de suspender sus propias reacciones, ideas y emociones; sólo así es posible establecer una conexión empática con el otro, escucharle profundamente y sentir lo que este siente. Este tipo de conexión empática hace que el cliente sienta que el coach no sólo le está escuchando sino que también le está “sintiendo”, lo cual genera una sensación intimidad, confianza y afecto positivo. Por su parte, la consideración positiva incondicional se refiere a que el coach acepta lo que el cliente dice, hace o siente sin juzgarle; se trata, por tanto, de una aceptación incondicional del otro, y a pesar de sus limitaciones, fracasos o problemas. Rogers suponía que este tipo de aceptación incondicional era esencial para que el cliente se abriera totalmente, descubriese sus pensamientos y emociones, y se iniciase un profundo proceso de cambio. El resultado de este tipo de aceptación es que el cliente no teme ser rechazado o juzgado al comunicar sus sentimientos y creencias más profundas, por lo que se sentirá libre para explorarlas y cuestionarlas. La autenticidad se refiere a la capacidad del coach para notar lo que está experimentando durante la sesión en relación al cliente y a expresarlo si es útil; en otras palabras, se trata de que el coach sea él o ella misma.

Además de lo ya mencionado anteriormente, el coaching tiene un planteamiento caracterizado por el supuesto (también humanista) de que todas las personas son únicas y por tanto diferentes, lo cual se traduce en implicaciones prácticas: que la relación entre el coach y el cliente debe ajustarse a las peculiaridades de este último, y que la intervención que se acuerde con el cliente debe asimismo ajustarse a sus necesidades y posibilidades específicas. Al fin y al cabo, lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra.

Es importante resaltar que desde el planteamiento del coaching se considera que todas las personas tienen siempre la posibilidad de elegir. Así, las personas tienen siempre el potencial de elegir respuestas y direcciones distintas a las que han seguido hasta el momento. La existencia de dicho potencial de elección entraña responsabilidad, es decir, cada persona está eligiendo constantemente por acción u omisión y cada una de esas respuestas o elecciones tienen consecuencias para ella y para otros. Por este motivo es muy importante que el cliente tome conciencia de sus elecciones y respuestas (ya que estas hacen que su vida y la de los que les rodean sea como es) y que se decida por aquellas que resulten en el impacto más positivo a largo plazo para sí mismo y los demás. Es un elemento nuclear de la teoría y práctica del coaching que el cliente se responsabilice de su propia vida y de su proceso de cambio: es decir, que tome las riendas, explorando activamente sus posibilidades y tomando las decisiones que le lleven a hacer realidad el cambio que desea ver en su vida. Para que esto suceda, el coach debe hacer ver al cliente que tiene la responsabilidad y la capacidad de llevar a cabo dicho cambio. Si bien el coach colaborará activamente con el cliente para que esto suceda, el cliente ha de entender desde el primer momento que ha de esforzarse tanto o más que el coach para hacer de su meta una realidad.

Aunque las metas de los clientes varían mucho de unos a otros, se puede decir que en términos generales el coaching busca: (1) promover el bienestar y crecimiento personal del cliente; (2) promover la auto-exploración y auto-descubrimiento en un entorno libre de juicios y temor; (3) que el cliente tome conciencia de sus necesidades insatisfechas, sus creencias limitantes, sus emociones, sus fortalezas y desafíos; (4) que los clientes asuman la responsabilidad del cambio que quieren conseguir en sus vidas; (5) que el cliente descubra y potencie aquello que da sentido y propósito a su vida; (6) ayudar a que cliente resuelva sus problemas personales y consiga sus metas vitales.

¿Cómo funciona el coaching? Antes de comenzar, el coach y el cliente establecen un acuerdo acerca del rol que tendrá cada uno en el proceso, así como de las metas que se buscan alcanzar por medio de las sesiones. Por medio de este acuerdo (verbal o escrito), tanto el coach como el cliente forman expectativas específicas y realistas sobre el proceso y los resultados que se esperan alcanzar al final del mismo. En lo que respecta a la primera sesión, coach y cliente trabajan conjuntamente para crear las metas que se buscan alcanzar a corto y medio plazo, así como las estrategias más útiles para tal fin. La meta a medio plazo representa el objetivo final de las sesiones mientras que las metas a corto plazo son objetivos semanales que el cliente realizará entre sesiones con el fin de irse acercando poco a poco a la meta final. Esto genera una visión tanto a corto como a medio plazo que ayudará a ambos a mantener la dirección del trabajo y a medir el progreso sesión tras sesión. Es importante que el cliente, llegado este punto, confirme que se siente motivado y comprometido con las metas establecidas y con el proceso de cambio. Durante las siguientes sesiones, coach y cliente evalúan el progreso en relación a las metas de la semana y si han surgido obstáculos o dificultades, en cuyo caso se han de evaluar dichas dificultades y explorar posibles soluciones por si volvieran a presentarse. En función de los desafíos o progreso realizado, el coach y el cliente van ajustando las metas semanales. La duración y frecuencia de las sesiones se debe ajustar en función de las necesidades y recursos de cada cliente. Sin embargo, lo más usual son sesiones de unos 45 minutos, con una sesión semanal, aunque si el cliente es lo suficientemente autónomo y está comprometido con el proceso de cambio, puede ser suficiente una o dos sesiones mensuales. Aunque lo más común suelen ser sesiones presenciales, cada vez es más frecuente hacer las sesiones telefónicamente o por videollamada.

En síntesis, el coaching es una relación entre el coach y su cliente que busca promover el máximo bienestar y crecimiento personal de este último. El fin último del coaching es maximizar la autonomía o auto-determinación del cliente, por medio de la consecución de sus metas, interesas y valores más profundos. Según la teoría de la auto-determinación de Richard Ryan y Edward Deci (para saber más al respecto, leer el artículo de este blog titulado “¿Qué es la psicología positiva?”), el bienestar y desarrollo óptimos del cliente sólo se puede alcanzar cuando sus necesidades psicológicas de autonomía, competencia y relación se ven satisfechas. La necesidad de autonomía implica el desarrollo de los intereses y valores más profundos del cliente. La necesidad de competencia implica la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades, así como experiencias de exploración, curiosidad, juego y creatividad. Por último, la necesidad de relación implica tener y mantener relaciones sociales positivas, basadas en el afecto y apoyo mutuos, la confianza y la intimidad. Toda la actividad del coaching está, en último término, dirigida a la satisfacción de las necesidades de autonomía, competencia y relación del cliente. La satisfacción de estas necesidades incluye entre sus beneficios la experiencia de una mayor motivación intrínseca, mayor vitalidad y disfrute, mayor bienestar emocional, mayor desarrollo personal, mayor rendimiento, mayor flexibilidad y creatividad, mayor interés, mejor salud física y psicológica, y mejores relaciones sociales.